LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES
Desde el punto de vista político y social, los sectores del partido dominante que habían apoyado durante el cardenismo sus reformas fueron expulsadas del seno de las organizaciones como la CTM y la CNC, abandonándose la lucha por las demandas sindicales y laborales de los trabajadores. A partir de este momento la represión y el control de sus organizaciones sindicales se constituyeron en el elemento básico de éstas, como formas de control y manipulación: surge así “el charrismo sindical”, en adelante los sindicatos serán privados de cualquier forma de democracia. El toque final se acompaño por la corrupción de todas las organizaciones e instituciones; al frente de la CTM quedó Fidel Velázquez.
En los años cincuenta, el gobierno favoreció la formación de organizaciones como la Confederación Regional de Obreros y Campesinos (CROC); El Bloque de la Unidad Obrera (BUO); la Confederación Nacional de Trabajadores de México (CNTM), formada por los Sindicatos Mexicanos como el electricista (SME); el Sindicato de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (STERM); La Federación Nacional Cañera (FNC) y la Federación Revolucionaria de Obreros Textiles (FROT), entre otras. Finalmente en 1966, se creó el Congreso del Trabajo. Dos cuestiones favorecieron su nacimiento: contrarrestar la fuerza de la CTM y centralizar el poder del ejecutivo, impidiendo que cualquier organización obrera controlara totalmente la dirección del movimiento obrero nacional.
Con respecto a los campesinos, la CNC fue la mayor agrupación y la base central del partido dominante, sólo en los años sesenta surge una nueva organización fuera del partido, la Confederación Campesina Independiente (CCI), que tras varios enfrentamientos con el gobierno se dividió en dos grupos, el grupo mayoritario se incorporaría al partido y el sobrante se desintegraría. Haciendo una evaluación de este período podemos afirmar que la mayor parte de los trabajadores no pertenecían a ninguna organización sindical y políticamente no representaban una fuerza peligrosa importante, ya que se presentaba una automatización provocada por el mismo gobierno que la imposibilitaba para reivindicar sus demandas políticas y salariales.
A partir de 1940, el proceso económico industrial que había estimulado el crecimiento acelerado y sostenido, logró transformar a la sociedad mexicana en una sociedad urbana con ritmo de 1.6% anual en el área rural, contra un 5,4% en el área urbana. Para 1970 el 45% de la población vivía en ciudades, coincidiendo esta situación con el crecimiento demográfico sorprendente, ya que la taza de crecimiento entre 1940 y 1950 se elevó al 2.7% cifra superior a la tasa del 2% anual obtenida hasta 1940. Para 1960, ésta alcanzó el 3% y en 1970, el 3.5%.
La estructura social se modificó a través de una serie de cambios importantes, en un panorama de desequilibrio y entre los diversos grupos sociales. Algunos aspectos modificados fueron: el ingreso salarial, la estructura social, y desequilibrio regional.
Un ejemplo que explica estas tres variables, es el que respecta al desequilibrio regional, una vez que las ciudades más industrializadas del país se convirtieron en polos de atracción para las formas de vida, fuentes de trabajo, desarrollo y crecimiento de las comunicaciones y servicios. La Ciudad de México era el prototipo de este cambio, concentrado el 50% de la inversión nacional, en los años sesenta; otro ejemplo fue el crecimiento de ciudades como Guadalajara y Monterrey, pero tal vez el más asombroso fue el Distrito Federal, que entre 1960 y 1970 constituía el 15.1% de la población total concentrada en un territorio de 0.1% del total, con una densidad de 4 585.7 habitantes por kilómetro cuadrado.
La estructura social se modernizó y adoptó los requerimientos que el desarrollo capitalista industrial necesitaba, ya que el objetivo era lograr un crecimiento económico y social en el que, como hemos observado, tanto los trabajadores del campo como los de la ciudad no sólo constituían un riesgo que frustrara este proyecto carente de mecanismos democráticos y participación popular, sino que tampoco tuvieron la capacidad política y cultural para crear e impulsar su propio proyecto de nación y de cultura. Una situación diferente es cuando aparecen en escena los sectores medios y la burguesía; en el marco de la lucha política los sectores medios pondrán en entredicho la legitimidad del Estado y de los regímenes surgidos de la Revolución, no como representantes de los intereses populares, y sí en contradicción de la misma estructura social en la que descansaba el poder del Estado traducido a una estructura de distribución económica injusta en la que la riqueza se había concentrado de manera desequilibrada, y que para colmo tenía una esencia autoritaria.
La educación fue un elemento de movilidad social para las clases medias, ya que pudieron consolidarse dentro de la estructura política, económica, social y cultural del país hasta antes de la década de los sesenta, manteniendo una posición no desafiante para el poder político, posponiendo sus propias demandas a cambio de disfrutar de las ventajas que el desarrollo económico había generado legítimamente y apoyando el autoritarismo. Así, el trabajo no manual y el medio urbano se constituyeron en los elementos que definieron y acentuaron la diversidad de este sector, con características propias a las del empleo, la ampliación de los servicios educativos y de salud, y el proceso de urbanización, así como, la posibilidad de colocarse en las actividades de la administración pública, eso explica las secuelas de descontento y desapego de las clases medias ante el deterioro de la economía, mismas que se hicieron patentes en 1964 y 1965 con el movimiento médico y en 1968 con el estudiantil. Movilizaciones que representaban un acto de defensa de los sectores populares por su participación ante las desventajas de desarrollo económico que amenazaba con un proceso creciente de pauperización por el que fueron severamente afectados por los primeros síntomas de descomposición de un proyecto de crecimiento incapaz de beneficiar a la mayor parte de la población.
Como producto de este desarrollo, los sectores más importantes y fuertemente consolidados se concentraron en la industria, el comercio y la banca. Sus organizaciones siempre se mantuvieron fuera de las del Estado. Sin embargo, la dinámica del desarrollo se fue modificada esta situación debido a la concentración de recursos económicos, de manera que hasta los años sesenta, su nivel de confrontación frente al Estado fue creciendo, sin que hasta ese momento escapan totalmente de la tutela y control del estado, ya que el gobierno creó una serie de instrumentos de control con el fin de contrarrestar su poder convirtiéndose en copartícipe, de la actividad económica, adquiriendo empresas paraestatales o estatales y creando políticas creditícias y fiscales que establecieron verdaderos mecanismos de chantajes, algunas veces, o de negociación, algunas otras, según las circunstancias.
El sector se vio obligado a ser prudente y aceptar el poder del Estado en la imposición de sus decisiones. La empresa capitalista fue protegida y definida en su función de contribuir al desarrollo nacional a pesar de estos enfrentamientos.
En este sentido, el nacionalismo fue un elemento que contribuyó a consolidar el proceso de “Unidad Nacional”, no sólo frente a la hegemonía de las naciones o de los Estados Unidos, sino también frente a los demás sectores de la sociedad, considerando a la empresa capitalista como indispensable para la creación de una base económica con características de independencia, y creando y consolidando una burguesía nacional “moderna” capaz de sustituir a la extranjera, previendo el crecimiento y el desarrollo del país, así como de un sector paraestatal y estatal fuerte, asignando al sector externo sólo un papel de auxiliar y siempre los más alejado de los sectores básicos de la economía, objetivo que nunca lograría dadas las características que el desarrollo industrial requería, como elementos externos para poder mantenerse ligado cada vez más a nuestro desarrollo, sentado las bases para el surgimiento de sector monopólico con un ascendente proceso de concentración y centralización de capitales hacia mediados de los años sesenta.
Un ejemplo ilustrativo de lo anterior lo encontramos en 1970, en La Confederación Nacional de Cámaras Industriales (COCAMIN), compuesta por sesenta cámaras industriales y catorce asociaciones industriales; pero el mayor control lo ejercían las regionales. La Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio (CONCANACO) se encargó de organizar el comercio, llegando a contar con 262 cámaras de comercio regionales y más de 800 mil asociados. La Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, con 33 mil miembros en 66 ramas y 75 delegaciones. A estas organizaciones habría agregar otras importantes, como la Asociación de Banqueros de México (BM) y la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX) Lorenzo Meyer asegura que, hasta 1963, el sistema bancario oficial contaba con más recursos que el privado, aunque para 1970 la situación era la inversa.
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