viernes, 29 de julio de 2016

LA REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA

LA REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA: IMPACTO CIENTÍFICO-TÉCNICO EN MÉXICO

Para muchos autores, el siglo XX representa la tercera revolución científica-técnica, por que en él se ha producido descubrimientos y avances científicos y tecnológicos que, a pesar de la especialización y socialización del conocimiento, han mostrado una tendencia hacia la universalización de la cultura, puesto que la técnica, ciencia y cultura se encuentran implicadas una en la otra, ya que son parte de un proceso en común.
Estas han sido producto de la necesidad de expansión económica, pero también de las transformaciones sociales y políticas que el desarrollo del capitalismo ha generado.
“La ciencia y la tecnología se han convertido en los mecanismos más eficaces para el desarrollo de las fuerzas productivas, pero la aprobación desigual de este poder permite a las clases dominantes ejercer un mayor control social y utilizarlo para someter y explotar a los pueblos “subdesarrollados”. 8
En éste tipo de países, de los cuales México forma parte, el capitalismo más avanzado ha generado una dependencia científico-tecnológica que se fue convirtiendo en uno de los principales obstáculos a su desarrollo económico. Como dicha dependencia “se funda en la generación y posesión desigual del conocimiento científico-tecnólogico, que permite una producción y aprobación desigual de la riqueza a escala mundial” 9 los países “subdesarrollados” se ven precisados a importar necesariamente tecnología de los países altamente industrializados lo que dificulta el crecimiento de sus fuerzas productivas internas y la propia acumulación de capital. Ciertas explicaciones a dichos problemas pueden ser los siguientes:
  • El intercambio desigual entre el precio más elevado de los bienes tecnológicos (o de capital) importados frente al menor precio de los bienes primarios (o materias primas) exportados.
  • La falta de personal técnico de alto nivel para la operatividad de un conocimiento patentado, obliga al comprador de la patente a importar también dicho personal.
  • La falta de controles fiscales favorece la sobre ganancia de las empresas transnacionales.
  • El incremento en la destrucción de suelos y de ecosistemas por el uso de tecnologías agrícolas producidas para climas templados en zonas tropicales.
  • La importación de tecnología agudiza el proceso inflacionario pues aumenta el costo de producción y disminuye los salarios. Además, la tecnología automatizada impide la obtención de empleo a una población que crece a ritmos más acelerados que en los países industrializados.
Como la ciencia se ha convertido en la más importante fuerza productiva, la producción y aplicación tecnológica del conocimiento científico, no solamente ha provocado el desplazamiento de la fuerza de trabajo, sino que ese mismo conocimiento se ha ido convirtiendo en el mejor instrumento de dominio y explotación de los países ricos sobre los pobres. Por eso ninguna autonomía puede existir sin un sistema científico-tecnólogico propio integrado a la producción, y sin la distribución del conocimiento y de los medios de producción entre las clases trabajadoras.
En México durante el cardenismo, la modernización industrial realizada mediante la estrategia de sustitución de importaciones, llevó a la nacionalización de los energéticos y a la fundación de centros de educación superior y de investigación científica y técnica como la UNAM, el IPN y PEMEX. Sin embargo, estas instituciones fueron insuficientes para generar una política científico-tecnólogica conectada al sistema productivo. A partir de 1940, el proyecto nacionalista se fue subordinando a los intereses  de la burguesía industrial, financiera y agrícola conectada al capital extranjero, argumentando que la atracción de dicho capital se debía a los altos aranceles establecidos por la sustitución de importaciones, aunque en verdad se debía a una falta de infraestructura científico-tecnológica que soportara dicha estrategia de desarrollo.
En el año de 1967 los presidentes de América Latina se reunieron en Punta del Este para discutir por primera vez una política científico-tecnólogica que apoyara al desarrollo económico y social dentro de sus países latinoamericanos. Esta reunión surgió como parte de los objetivos de justicia social y de soberanía nacional establecidos por la ONU. Paralelamente se formularon o reformaron las leyes sobre comercialización de tecnología, inversiones extranjeras, trasferencia de tecnología y patentes.
Dentro de este marco internacional se constituyó en México, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) a fines de 1970. Desde su fundación CONACYT, estableció un programa de becas para estudios de pos-grado en el país como en el exterior, y orientó fondos a proyectos individuales como institucionales para el fomento de la investigación. Así mismo, se promovió el “servicio nacional de información y documentación científica y tecnológica”. A fines del sexenio de Luis Echeverría surge el Plan Nacional Indicativo de la Ciencia y Tecnología”, el cual establece algunos lineamientos para alcanzar un desarrollo científico. También se abrieron ciertos canales de participación política a miembros de la comunidad científica mexicana buscando generar consejos y su aceptación.
Además, durante este gobierno el poder legislativo aprobó a fines de 1972 la ley sobre el Registro de Transferencia de Tecnología y del Uso y Explotación de Patentes y Marcas. Para la aplicación de dicha ley se creó el Registro Nacional de Transferencia de Tecnología. En 1973, nace la Ley para Promover la Inversión Mexicana y Regular de Inversión Extranjera y en 1976 se reforma la Ley de Propiedad Industrial, creada desde 1942. Si bien, por medio de tales leyes se buscaba minimizar las condiciones adversas de la importación tecnológica  e inversión extranjera en este rubro, no por ello, se estaban creando las bases para establecer en México la independencia cientifíco-tecnológica. El Estado mexicano ni siquiera se atrevió a ejercer control sobre los sectores productivos estratégicos como el alimentario o el químico-farmacéutico.
La crisis económica que afectó a México  a partir de 1975 y el fortalecimiento de la iniciativa privada nacional y extranjera fueron elementos que llevaron a José López Portillo a desechar el Plan Nacional Indicativo y elaborar un Programa Nacional de Ciencia y Tecnología. Aunque éste pretendía articular la ciencia y la tecnología a las necesidades productivas del país, el Plan Nacional abandonó la idea de una política científico-tecnológica explícita para México. Por ello, se declaró que primero se tenía actuar sobre el sistema de precios.
Como Programa Nacional de la Ciencia y la Tecnología también excluía a la comunidad científica mexicana en la formulación de tal política. Por ello, los profesores e investigadores del país crearon organizaciones políticas y líneas de investigación independientes de los inetereses gubernamentales y de la iniciativa privada, pusieron en duda “la producción y aplicación de conocimientos para el desarrollo de las fuerzas productivas en un contexto social de opresión y explotación”10. También surgió entre ellos la necesidad de integrarse a los movimientos democráticos para difundir entre el pueblo mexicano una cultura científica que incluyera la formación de un pensamiento crítico hacia las ciencias exactas y naturales que evitaría que ellas siguieran siendo un instrumento legitimador de la explotación y que en cambio, la ciencia en general sí se convirtiera en un medio de producción y de apropiación de la riqueza en beneficio efectivo de toda la población.

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